jueves, 10 de julio de 2014

La historia de este cuento

La historia de este cuento:

Este cuento fue escrito en el 2002, pero venía hilvanándolo desde los terribles y a la vez felices años de muchas hambres,pedradas y movilizaciones en la Universidad Autónoma de Santo Domingo,( Uasd ), allá por el año de 1976, cuando, por la insistencia de un futuro mal amigo, no quise inscribirme en la universidad de la élite  económica y social de Santiago de los Caballeros,(donde unos comerciantes me iban a gestionar un crédito educativo, a petición de mi padrino y padre de crianza, Bienvenido Padilla, maestro de construcción y de carpintería de quien era ayudante en esos menesteres. El cuento se desarrolla, como un hecho real que ocurrió, en los callejones de la calle Central de la Capital de aquel entonces, en unos cuartos  de alquiler, donde un individuo maltrataba bastante a su mujer  y eramos 5 ó 6  los estudiantes que sufríamos al escuchar aquello golpes,en una época en  que el machismo era la ley principal de la convivencia  hogareña, no había organizaciones feministas fuertes como ahora en el 2014 y mucho menos un Ministerio de la Mujer en el Estado que tenemos y llamado a ser social, como dice la Constitución dominicana de 2010.O sea, que de poco valían nuestras protestas ante aquel cruel marido para que no maltratara a la infeliz mujer. Después de mucho andar el tiempo y madurar proyectos literarios engavetados  en algún lugar de mi mente. Es un cuento corto, pero no creo que sea tan malo como para que no vea la luz de la publicidad en la internet.Disfrútenlo:


AL CABO DE LOS AÑOS
Eso no debía seguir así,me decía
y para mi adolescente compasión
era una guillotinal tortura el
verla así,cuando se reponía,
escabulléndosele y,al amparo de
las densas sombras del callejón 8
de la Central,se aventuraba a las
burlas de candentes comidillas de
las vecinas y la espectante
muchachada,pletóricos de ocio en
medio de tragos de ron,bachata y
merengue intercalados.A mí se me
anudaban las palabras al
contemplarla mirándome medio
huidiza y de reojo,como buscando
una palabra de aliento,presta a
germinar desde el verdor de mi
ternura adivinable.
Percibirla en aquel cotidiano
tormento,(revuelto el
pelo,tirones los vestidos,cada
mañana-después de él irse
cimbrando el cuerpo en busca de
alguna chiripa contable-,cada
noche,cuando al escape le huía
tras su retorno en burdelera
borrachera,queriendo en ella
desahogar su societal frustración
e impotencia),era como bañarme
bajo una granizante lluvia de
pringamosa,fuego y lodo que me
envolvió en la certidumbre de
que,tal como ella me lo había de
sugerir días más tarde, debía
dejar a un lado los textos y
tareas de la UASD,las penas de
lejos,las miradas tristes y
también distanciadas y
pasar,"como tu
puedas,Ponciano,con una silla o
de un brinco..."-me orientó-,el
maderamen del medio seto
separador de la casa de tres
cuartos-en que la arruinaba la
vida-y el refugio sin divisiones
en que siete bachilleres-todos
menos yo recibiendo clases
matutinas-nos desconcentrábamos
de pena cada vez que se iniciaba
el vecino combate unilateral sin
ring que llevó a la
primaveral,pero otoñolizada
Divina a casi implorarme un día
un poco de desquitante consuelo,
ternura y matinal comprensión
para con el jardín de su
deslumbrante corpulencia y
existencia quinceañera,"con el
perdón del cielo y Religio,que no
sabe entender ni tratar a una
mujer joven campesina"-me
dijo-,trayéndomela luego desde la
Capital a esta provincia y
dándole, al cabo de los años,el
sitial de orgullo que hoy
tiene:el de madre de mis nueve
hijos.

              Santiago de los Caballeros,
  año 2002.-

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