Cualquier parecido entre los bombardeos de la aviación nazi sobre el territorio soviético especialmente sobre Minsk y los bombardeos de la aviación israelí sobre territorio palestino ,y cualquier parecido del cerco de leningrado con el cerco a Palestina ¿son puras coincidencias o identidad de pareceres entre la élite política y militar de Hitler y la de netanyauh?
SALUD, CUENTOS Y VERSOS PANFLETARIOS
Página para dar a conocer el sentir y el cómo de una etapa en que nos tocó nacer, crecer, sufrir, amar, solidarizarnos con una sociedad subdesarrollada del llamado tercer mundo, con sus vicios y virtudes, a través de cuentos,(propios y de otros), versos panfletarios, algunas fábulas y de unos útiles versos medicinales al servicio de quienes busquen alivio o curación a sus síntomas y enfermedades corporales coporales y mentales.
domingo, 3 de noviembre de 2024
sábado, 2 de noviembre de 2024
La lluvia no es de temer
La lluvia no es de temer
Si se sabe administrar
La lluvia nunca hace daño:
Báñese bajo la lluvia ,.
si es que no se anuncia rayos.
Y no hay agua más sabrosa
que la que alegra de un caño.
Uno bien hecho
en morada
llueve agua
buena
por años.
Si presumes
de arriesgado
por vivir
junto a un gran río,
o un arroyo
peligroso,
antes de llegar
la lluvia
¡MUÉVETE
PARA OTRO LADO.
..........................
Santiago de los caballeros, 2 de noviembre del 2024.
Nutrición natural o por lo menos ecológica
[2/11 11:37 a. m.] domingoburgosalmonte😇👍: Trigo con guandules y huevos revolteados con naranja agria y vegetales. Hay que comer trigo. Hay que comer maíz. Hay que comer cebada. Hay que comer arroz integral y si es no integral agregándole vegetales dentro. Hay que comer sorgo y mijo. De esta manera el cuerpo encuentra más variedad más más vitaminas y minerales para su buen funcionamiento. Dejemos la mala costumbre de abonarnos solamente con el arroz blanco y excesivamente pulido, a cuál se le quita la cutícula de las esquinas o de los extremos que es donde están las vitaminas y minerales.
[2/11 2:07 p. m.] domingoburgosalmonte😇👍: Todos los carbohidratos que nos comemos, o sea, todo lo que es harina, sea natural o procesada, a la larga se convierte en azúcar en el cuerpo. Nunca hemos visto un burro o un caballo o un buey o un hipopótamo, echándole azúcar a lo que se van a comer ,ni echándole tanto aceite y sin embargo tienen muchísima más fuerza que nosotros. Aunque por su especie duran menos tiempo que nosotros, pero es difícil que tú los veas en una clínica o en un hospital tratándose por una diabetes o por una mala digestión ,que cuando la tienen lo que hacen es que comen hierbas medicinales. Por lo tanto nosotros debemos aprender que el dulce no sea nuestro único sabor. Cada fruto cada vegetal o cada golosina que nos comemos tienen un sabor diferente y cada uno de esos sabores va a ir a alimentar a un órgano y a una entraña del cuerpo. Por ejemplo ,el dulce que es lo que más comemos va y alimenta al bazo, al páncreas y al estómago. El picante va y alimenta al intestino grueso y al pulmón. El salado dicen los chinos que va y alimenta al riñón y a la vejiga. El agrio dicen los chinos que va y alimenta al hígado y a la vesícula biliar, el agrio y el ácido. Y el amargo dicen los chinos va y alimenta al corazón y al intestino delgado. Por lo tanto si solamente nos especializamos en comer todo dulce le vamos a crear un exceso de dulce al bazo ,al páncreas y al estómago y a la larga nos viene la diabetes. Pero si hacemos un esfuerzo por comer las cosas en su estado natural, lo cual es un poco difícil al principio, tendremos más salud y menos posibilidades de desarrollar la diabetes. Esto no significa que nos vayamos a cargar solamente de amargo o sólo de salado ,sólo de agrio y ácido o sólo de picante, o sólo de dulce ,sino que debe haber un equilibrio en la ingesta de los sabores.
Nos comemos sin miedo nuestro dulce ,pero no sólo eso, sino también nuestro picante, nuestro salado, nuestro ácido ,nuestro amargo.
[2/11 2:11 p. m.] domingoburgosalmonte😇👍: [2/11 1:18 p. m.] amiga de adolescencia Nery: Tú debieras escribir un libro de nutrición.
[2/11 1:38 p. m.] domingoburgosalmonte😇👍: No está mala la idea... Lo pensaré
[2/11 1:38 p. m.] domingoburgosalmonte😇👍: La mayoría de la gente vieja se muere o por mala alimentación o porque no comen lo suficiente
[2/11 1:45 p. m.] amiga de adolescencia Nery: La alimentación es lo más vital
[2/11 2:03 p. m.] domingoburgosalmonte😇👍: Así es, pero por sí sola no va a mantener la salud. Es necesario hacer algún tipo de gimnasia o ejercicio físico sobre todo que involucre los órganos de la digestión y las extremidades. También dormir adecuadamente la cantidad necesaria ya que el sueño es una medicina para el sistema nervioso que es el que controla el cuerpo entero. Y tener momentos de descanso esparcimiento y distracción que nos saquen de la rutina diaria
viernes, 18 de octubre de 2019
El ilustre amor (1797)
Cuento de
Manuel Mujica Láinez
En el aire fino, mañanero, de abril, avanza oscilando por la Plaza Mayor la pompa fúnebre del quinto Virrey del Río de la Plata. Magdalena la espía hace rato por el entreabierto postigo, aferrándose a la reja de su ventana. Traen al muerto desde la que fue su residencia del Fuerte, para exponerle durante los oficios de la Catedral y del convento de las monjas capuchinas. Dicen que viene muy bien embalsamado, con el hábito de Santiago por mortaja, al cinto el espadín. También dicen que se le ha puesto la cara negra.
A Magdalena le late el corazón locamente. De vez en vez se lleva el pañuelo a los labios. Otras, no pudiendo dominarse, abandona su acecho y camina sin razón por el aposento enorme, oscuro. El vestido enlutado y la mantilla de duelo disimulan su figura otoñal de mujer que nunca ha sido hermosa. Pero pronto regresa a la ventana y empuja suavemente el tablero. Poco falta ya. Dentro de unos minutos el séquito pasará frente a su casa.
Magdalena se retuerce las manos. ¿Se animará, se animará a salir?
Ya se oyen los latines con claridad. Encabeza la marcha el deán, entre los curas catedralicios y los diáconos cuyo andar se acompasa con el lujo de las dalmáticas. Sigue el Cabildo eclesiástico, en alto las cruces y los pendones de las cofradías. Algunos esclavos se han puesto de hinojos junto a la ventana de Magdalena. Por encima de sus cráneos motudos, desfilan las mazas del Cabildo. Tendrá que ser ahora. Magdalena ahoga un grito, abre la puerta y sale.
Afuera, la Plaza inmensa, trémula bajo el tibio sol, está inundada de gente. Nadie quiso perder las ceremonias. El ataúd se balancea como una barca sobre el séquito despacioso. Pasan ahora los miembros del Consulado y los de la Real Audiencia, con el regente de golilla. Pasan el Marqués de Casa Hermosa y el secretario de Su Excelencia y el comandante de Forasteros. Los oficiales se turnan para tomar, como si fueran reliquias, las telas de bayeta que penden de la caja. Los soldados arrastran cuatro cañones viejos. El Virrey va hacia su morada última en la Iglesia de San Juan.
Magdalena se suma al cortejo llorando desesperadamente. El sobrino de Su Excelencia se hace a un lado, a pesar del rigor de la etiqueta, y le roza un hombro con la mano perdida entre encajes, para sosegar tanto dolor. Pero Magdalena no calla. Su llanto se mezcla a los latines litúrgicos, cuya música decora el nombre ilustre: “Excmo. Domino Pedro Melo de Portugal et Villena, militaris ordinis Sancti Jacobi…”
El Marqués de Casa Hermosa vuelve un poco la cabeza altiva en pos de quién gime así. Y el secretario virreinal también, sorprendido. Y los cónsules del Real Consulado. Quienes más se asombran son las cuatro hermanas de Magdalena, las cuatro hermanas jóvenes cuyos maridos desempeñan cargos en el gobierno de la ciudad.
-¿Qué tendrá Magdalena?
-¿Qué tendrá Magdalena?
-¿Cómo habrá venido aquí, ella que nunca deja la casa?
Las otras vecinas lo comentan con bisbiseos hipócritas, en el rumor de los largos rosarios.
-¿Por qué llorará así Magdalena?
A las cuatro hermanas ese llanto y ese duelo las perturban. ¿Qué puede importarle a la mayor, a la enclaustrada, la muerte de don Pedro? ¿Qué pudo acercarla a señorón tan distante, al señor cuyas órdenes recibían sus maridos temblando, como si emanaran del propio Rey? El Marqués de Casa Hermosa suspira y menea la cabeza. Se alisa la blanca peluca y tercia la capa porque la brisa se empieza a enfriar.
Ya suenan sus pasos en la Catedral, atisbados por los santos y las vírgenes. Disparan los cañones reumáticos, mientras depositan a don Pedro en el túmulo que diez soldados custodian entre hachones encendidos. Ocupa cada uno su lugar receloso de precedencias. En el altar frontero, levántase la gloria de los salmos. El deán comienza a rezar el oficio.
Magdalena se desliza quedamente entre los oidores y los cónsules. Se aproxima al asiento de dosel donde el decano de la Audiencia finge meditaciones profundas. Nadie se atreve a protestar por el atentado contra las jerarquías. ¡Es tan terrible el dolor de esta mujer!
El deán, al tornarse con los brazos abiertos como alas, para la primera bendición, la ve y alza una ceja. Tose el Marqués de Casa Hermosa, incómodo. Pero el sobrino del Virrey permanece al lado de la dama cuitada, palmeándola, calmándola.
Sólo unos metros escasos la separan del túmulo. Allá arriba, cruzadas las manos sobre el pecho, descansa don Pedro, con sus trofeos, con sus insignias.
-¿Qué le acontece a Magdalena?
Las cuatro hermanas arden como cuatro hachones.
Chisporrotean, celosas.
-¿Qué diantre le pasa? ¿Ha extraviado el juicio? ¿O habrá habido algo, algo muy íntimo, entre ella y el Virrey? Pero no, no, es imposible… ¿cuándo?
Don Pedro Melo de Portugal y Villena, de la casa de los duques de Braganza, caballero de la Orden de Santiago, gentilhombre de cámara en ejercicio, primer caballerizo de la Reina, virrey, gobernador y capitán general de las Provincias del Río de la Plata, presidente de la Real Audiencia Pretorial de Buenos Aires, duerme su sueño infinito, bajo el escudo que cubre el manto ducal, el blasón con las torres y las quinas de la familia real portuguesa. Indiferente, su negra cara brilla como el ébano, en el oscilar de las antorchas.
Magdalena, de rodillas, convulsa, responde a los Dominus vobis cum.
Las vecinas se codean:
¡Qué escándalo! Ya ni pudor queda en esta tierra… ¡Y qué calladito lo tuvo!
Pero, simultáneamente, infíltrase en el ánimo de todos esos hombres y de todas esas mujeres, como algo más recio, más sutil que su irritado desdén, un indefinible respeto hacia quien tan cerca estuvo del amo.
La procesión ondula hacia el convento de las capuchinas de Santa Clara, del cual fue protector Su Excelencia. Magdalena no logra casi tenerse en pie. La sostiene el sobrino de don Pedro, y el Marqués de Casa Hermosa, malhumorado, le murmura desflecadas frases de consuelo. Las cuatro hermanas jóvenes no osan mirarse.
¡Mosca muerta! ¡Mosca muerta! ¡Cómo se habrá reído de ellas, para sus adentros, cuando le hicieron sentir, con mil alusiones agrias, su superioridad de mujeres casadas, fecundas, ante la hembra seca, reseca, vieja a los cuarenta años, sin vida, sin nada, que jamás salía del caserón paterno de la Plaza Mayor! ¿Iría el Virrey allí? ¿Iría ella al Fuerte?
¿Dónde se encontrarían?
-¿Qué hacemos? -susurra la segunda.
Han descendido el cadáver a su sepulcro, abierto junto a la reja del coro de las monjas. Se fue don Pedro, como un muñeco suntuoso. Era demasiado soberbio para escuchar el zumbido de avispas que revolotea en torno de su magnificencia displicente.
Despídese el concurso. El regente de la Audiencia, al pasar ante Magdalena, a quien no conoce, le hace una reverencia grave, sin saber por qué. Las cuatro hermanas la rodean, sofocadas, quebrado el orgullo. También los maridos, que se doblan en la rigidez de las casacas y ojean furtivamente alrededor.
Regresan a la gran casa vacía. Nadie dice palabra. Entre la belleza insulsa de las otras, destácase la madurez de Magdalena con quemante fulgor. Les parece que no la han observado bien hasta hoy, que sólo hoy la conocen. Y en el fondo, en el secretísimo fondo de su alma, hermanas y cuñados la temen y la admiran. Es como si un pincel de artista hubiera barnizado esa tela deslucida, agrietada, remozándola para siempre.
Claro que de estas cosas no se hablará. No hay que hablar de estas cosas. Magdalena atraviesa el zaguán de su casa, erguida, triunfante. Ya no la dejará. Hasta el fin de sus días vivirá encerrada, como un ídolo fascinador, como un objeto raro, precioso, casi legendario, en las salas sombrías, esas salas que abandonó por última vez para seguir el cortejo mortuorio de un Virrey a quien no había visto nunca.
fin
jueves, 17 de octubre de 2019
"Tras ocho años de movilización pacífica nos seguimos dando contra un muro, al final estaba claro que algo así iba a acabar pasando", señala uno.
"Me dan igual las instituciones. Si los dirigentes que tenemos no nos sirven, les pasaremos por encima. Lo que queremos es construir desde abajo", señala Carlos.
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